Mercadillo antigüedades

El mercadillo de antigüedades de Pontevedra inaugura nueva sede en A Pedreira.

La Praza da Pedreira se convierte en la nueva sede del mercadillo de antigüedades de Pontevedra. El Concello ha reubicado una parte del rastrillo en el ámbito del Pazo de Mugartegui y un tramo de César Boente. Esta iniciativa se llevó a cabo este domingo en respuesta a las quejas vecinales sobre la ocupación de espacios en la Rúa Serra, donde solo se mantendrán los puestos que tradicionalmente se instalaban frente al Mercado de Abastos.

La Concellería de Promoción Económica, dirigida por Anabel Gulías, ha retirado a los vendedores que ocupaban la parte más cercana al Museo en Rúa Serra. «Solo se permite montar desde los bolardos hasta el Mercado«, comenta Kay desde su puesto, que está cerca del conjunto escultórico de las gallinas y protegido de la lluvia con una sombrilla y plásticos.
A su lado, hay otros ocho vendedores que ocupan distintas zonas de la calle, la mayoría de ellos utilizando los soportales de la Praza de Abastos para resguardarse de la lluvia.

«Vendo de todo. Tengo dos hijos pequeños y pago alquiler en Pontevedra. Vivimos de esto», dice Stefan desde Mugartegui.

«Cada día es diferente. Aquí puedes encontrar de todo. Hay días en los que solo vendo libros y otros en los que únicamente vendo porcelana», explica Kay, quien ha participado en la feria dominical desde que se realizaba en A Verdura. «En un solo día he vendido libros en alemán y en francés, pero ninguno en español», añade.

Stefan Vali Catalin es uno de los vendedores trasladados a la Praza da Pedreira, donde se contabilizan ocho puestos. La mayoría se protegen en los soportales de Mugartegui y otros utilizan plásticos y otros medios para resguardarse del mal tiempo.

«Antes (en la Rúa Serra) incomodábamos a la gente porque ocupábamos mucho espacio en la calle», explica este vendedor, que se gana la vida ofreciendo una variedad de productos. «Vendo de todo. Tengo dos hijos pequeños y pago alquiler en Pontevedra. Vivimos de esto«, señala. «Cuando llueve no hay clientes, pero debemos estar aquí», agrega.

Puestos cubiertos del rastrillo dominical en la Praza da Pedreira, frente a Mugartegui. RAFA FARIÑA

En medio de la plaza, Manuel, quien está recogiendo su puesto aún antes de que el reloj marque las once, se muestra satisfecho con la reordenación realizada por el Concello. «Hay que agradecérselo a la concejala, así como a Tere y a Alberto, que son sus colaboradores», dice sobre los responsables del servicio municipal. «Nos han reubicado de la mejor manera posible, aunque hoy el clima ha sido muy malo», lamenta.

«Han organizado los espacios de la mejor manera posible. Cada uno tiene su puesto, de cuatro metros. Estamos todos bien organizados», afirma Manuel.

Este vendedor experimentado recalca que «han dispuesto los espacios adecuadamente». «Cada uno en su lugar, de cuatro metros. Todos estamos bien organizados», destaca. Al igual que en la feria de los sábados en Rafael Areses, el personal de Mercados ha señalado el lugar asignado para cada ambulante en A Pedreira, así como los tramos autorizados de Rúa Serra y César Boente. «Aquí vendemos prácticamente de todo: antigüedades y lo que se presente. Todo vintage», comenta Manuel. «La gente está satisfecha porque encuentra artículos interesantes, recuerdos y cosas que pueden recibir una segunda oportunidad», indica.

Aparte de A Pedreira, el tramo de César Boente entre la Rúa Serra y el acceso al Pazo de Mugartegui también ha sido estrenado como sede del rastrillo. En esta calle, además, se ha permitido el montaje en la parte más cercana al abandonado Pazo Lobeira. Sin embargo, ninguna de las personas autorizadas desplegó allí sus puestos, principalmente debido al mal tiempo.

«En un día he llegado a vender libros en alemán y en francés, y ni uno solo en español», asegura Kay desde la Rúa Serra.

Desde 1997 en la ciudad

La feria dominical de Pontevedra se inauguró el 18 de mayo de 1997, gracias al impulso del Centro Comercial Urbano Zona Monumental. Casi 28 años después, este mercadillo continúa sin una regulación específica. El último intento de regulación ocurrió en 2015, cuando se trató de prohibir la venta de ciertos artículos, como armas, juguetes nuevos, ropa o calzado.

Aunque estuvo 18 años en A Verdura, las quejas de comerciantes y hosteleros llevaron a su traslado a la Rúa Serra. Allí llegó el 29 de noviembre de 2015, donde permanece desde entonces.

Un puesto con sombrilla y plásticos para protegerse del mal tiempo en la Rúa Serra. RAFA FARIÑA

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