El mercadillo de antigüedades presenta nueva ubicación, dividido en cuatro zonas.

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El clima no favoreció el lanzamiento de las nuevas ubicaciones del mercadillo de antigüedades, que desde ayer se ha repartido en cuatro áreas del centro histórico. Además de su ubicación habitual en la calle Sierra, donde continúan dos zonas de puestos, los vendedores se establecerán en un tramo de la calle César Boente y en la plaza de A Pedreira.
La lluvia llevó a que varios vendedores decidieran no montar sus puestos. De hecho, la calle César Boente estuvo desierta y hubo escasa actividad en A Pedreira. Sin embargo, Óscar Barral, quien lidera los ambulantes de la zona 1, ubicada en uno de los laterales de la Plaza de Abastos, señala que normalmente hay unos 35 vendedores en el mercadillo.
Barral considera que el cambio de ubicación es positivo. "Muchos de los vendedores que estaban en Sierra estarán mejor en A Pedreira, ya que no causarán molestias, estarán cerca de la pared y tendrán un mejor espacio: en caso de lluvia, podrán resguardarse bajo los soportales y, si no, podrán colocar alguna estantería."
Con la nueva ubicación más cómoda, cada puesto ahora contará con solo 4 metros para exhibir mercancía.
Los vendedores están contentos con esta reubicación, ya que "se evitan molestias a los vecinos" de la calle Sierra, tanto a la hora de acceder a sus viviendas como durante las primeras horas de montaje, que suelen ser ruidosas, indica otro vendedor de la zona 1. "Ahora nos organizaremos para que esto siga funcionando."
Stefan Edú, quien tiene su puesto en A Pedreira, afirma que la nueva ubicación "es buena. Antes molestábamos a la gente, y por eso la semana pasada nos reunimos con el Ayuntamiento, que nos informó sobre el cambio. A mí me tocó este sitio", comenta desde los soportales de la plaza.
Para establecer su puesto en el mercadillo, "hay una lista que el Ayuntamiento elabora y ahora tenemos indicado el nombre y los lugares", explica, señalando los carteles en el suelo que delimitan las ubicaciones.
Respecto a su trabajo en el rastrillo, Edú menciona que "normalmente llegamos a las 9 en punto y nos vamos a la una y media o dos, dependiendo de la cantidad de compradores. Vendemos artículos viejos a bajo costo: 50 céntimos, 1 euro o 3, dependiendo del día, y así ganamos nuestra vida. Sin embargo, hoy no hicimos ni para el pan."
Clientes como Alejandro Medina, quien ha estado comprando en el rastrillo durante una década, valoran el trabajo de los vendedores. Medina destaca que "son personas honradas que se ganan la vida de esta manera, recogiendo artículos de los contenedores. Hacen una gran labor, ya que reciclan mucho y vienen a comprar personas de diferentes estratos sociales. En el mercadillo hay buenas cosas y se les da un nuevo uso."
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